Allá por marzo de 2012, en plena oleada frenética del armado del plantel de nuestra cátedra, llama a mi celular alguien recomendado por una colega.
Habremos conversado más o menos media hora, y me convencí de estar frente a alguien que sentía pasión por enseñar.
Luego, lo conocí personalmente el día que hicimos la reunión general del plantel, y entre palabras y palabras, fui construyendo mi fe en un perfecto desconocido -al menos para mí- que ansiaba estar frente a chicos y chicas que se estuvieran preparando para ser parte -en un futuro no muy lejano- del noble arte de la Arquitectura.
Y así pasaron los años, siempre él trayendo su notebook para usar con los archivos en powerpoint de cada clase y abriendo personalmente nuestra antigua Aula Magna para poder dictar la clase del día. Cada martes era la misma rutina, y a la vez el mismo ritual, la misma pasión.
Cordialidad, amabilidad, buena onda, eso y más lo definían.
Un día de 2017 nos avisó que debía afrontar una compleja cirugía y que por ello iba a estar ausente un tiempo. A la alegría inicial del éxito en la operaciónle siguió una rehabilitación y la posterior aparición de un cuadro clínico que no pudo superar, tras haber peleado como un gladiador.
Nos dejó muchos más que un buen recuerdo, de los cuales se destacan la enorme cantidad de alumnos que cursaron y que querían cursar con él, y de muchos profesionales que aún hoy recuerdan que él fue el primero que, tras los nervios del examen final, les dijo «Felicitaciones, arquitecto…», «Felicitaciones, arquitecta…».
Y sí, es muy lindo oír eso. Si yo también recuerdo a mi profesora de Práctica Profesional -en abogacía- cuando tras mi último examen final me dijo «Ya sos de los nuestros».
Nos queda un último consuelo, y es saber que seguramente,desde lo alto, uno de los nuestros nos cuida.
Gracias por todo, querido Horacio.
Un fraterno abrazo hacia la Eternidad.
C.F.T.
Me cuesta mucho escribir sobre Mariano, pero voy a tratar de hacerlo con el corazón y con la amistad que supimos tener a lo largo de tantos años.
Nos conocimos allá por 1985, en el amanecer del C.B.C. de la F.A.D.U. (en ese entonces F.A.U.) cursando las primeras materias.
No bien nos empezamos a tratar comprendimos que teníamos los mismos códigos y nos hicimos muy “compinches”, y así hasta terminar la carrera en 1990.
Ya como Profesionales seguimos siendo amigos y “compinches”, y hasta llegamos a trabajaren sociedad.
Compartimos trabajos, en C.A.B.A. y en la Provincia, siempre con mucho respeto y las únicas discusiones que teníamos se limitaban a un único asunto: quien pagaba el café.
Hasta que un día me confesó su dolencia allá por el 2011 y su deseo de ser docente en F.A.D.U.
Por supuesto que me empeñé en abrirle la puerta en el 2013 a la Cátedra Torres (con el consentimiento del Titular).
No puedo explicar su alegría y su empeño con los alumnos, a tal punto que su Médico personal y amigo (hoy también mío), me preguntó qué es lo que había hecho con Mariano, ya que su dolencia se había reducido y a cada examen médico, esta se reducía más y más. Le respondí que quizás eran sus ganas de enseñar y de conectarse con el alumnado y con la FADU, a la que el tanto quería.
Pero vino la Fuck Pandemia y esa desconexión con los alumnos y la Facultad, se redujo, y al mismo tiempo que esa reducción se sentía, la salud de Mariano iba creciendo en forma exponencial.
Nunca lo vi enojado, ni siquiera cuando perdía San Lorenzo; siempre con una sonrisa y con palabras de aliento para todos. Sé que fue un buen padre.
Te fuiste Mariano, te fuiste “Lobo”, y como haciéndonos un guiño, lo hiciste un Martes a las 19:00 horas, coincidiendo con el día y horario de la cursada de Legal.
Te voy a extrañar muchísimo.
P.F. (El Comanche)